miércoles, 16 de diciembre de 2015

¡Feliz Navidad con Jesús!, ¡y con Pablo!




«Y muchos en aquel lugar creyeron en Jesús.» 
(Juan 10: 42)



«Las obras del Señor son grandes, y quienes las aman, las estudian.» 
(Salmo 111: 2)



En esta época decembrina, aprovecho para escribirles acerca de algunas lecturas que he estado haciendo en los libros de La Biblia. Sí, La Biblia. Sé que a muchos no les gusta leer sobre religión. Sé que muchos no son católicos, o no lo son del todo. Sin embargo, espero que reciban con agrado este mensaje que escribo y con el cual cierro las publicaciones en mi blog por este año, pues esta época navideña nos invita a la reflexión, a la alegría y a la paz.

Todo esto que escribo a continuación son más descubrimientos que otras cosas, pues finalmente he tomado la Sagrada Escritura en mis manos, ¡y tengo que reconocer que La Biblia me ha enganchado!

Empiezo hablando de Pablo, un apóstol de Jesús; pero no uno de los doce. He ahí una de las características interesantes de Pablo: Una persona que fue llamada y cautivada por Jesús, pero no cuando Jesús andaba en sandalias y recorría y liberaba y sanaba y enseñaba en Galilea y en Judea; sino cuando ya había resucitado a esa vida eterna, que es promesa de Jesús para todos aquellos que tienen fe y lo siguen de verdad.

De modo que… ¿Jesús resucitado fue quien llamó y cautivó a Pablo? ¡Pues sí!  ¡Fue así de magnífico, fue prueba de que Jesús venció la muerte y está vivo! Como no me atrevo a cambiar las palabras de la narración de ese interesante suceso, aquí incluyo la cita, directo de La Biblia:
Pero cuando ya se encontraba cerca de la ciudad de Damasco, una luz que venía del cielo brilló de repente a su alrededor. Saulo cayó al suelo, y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?” La voz le contestó: “Yo soy Jesús, el mismo a quien estás persiguiendo. Levántate y entra en la ciudad; allí te dirán lo que debes hacer.” (Hechos 9: 3-6)
Como acaban de leer: Saulo, que era el nombre hebreo del apóstol Pablo; el mismo San Pablo, apóstol y santo de la Iglesia católica; perseguía a todos los seguidores de Jesús, pues después de la resurrección y ascensión del Señor, y con la venida del Espíritu Santo, los apóstoles, los doce, tomaron fuerza en la predicación del evangelio y en la realización de milagros. Por lo anterior, a causa de los apóstoles, y de sus hechos, hubo una gran persecución contra los seguidores de Jesús, en Jerusalén y sus alrededores. Perseguidores, perseguidores, muchos perseguidores. Uno de los perseguidores era Pablo, de quien se escribió:

Mientras tanto, Saulo no dejaba de amenazar de muerte a los creyentes en el Señor. Por eso, se presentó al sumo sacerdote, y le pidió cartas de autorización para ir a las sinagogas de Damasco, a buscar a los que seguían el Nuevo Camino, tanto hombres como mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén. (Hechos 9: 1-2)
Pero algo ocurrió justo cuando Pablo emprendía ese viaje persecutorio: Intervino Jesús. Jesús, tocó la vida de Pablo, lo llamó y lo transformó.

Pablo, después de su encuentro con el Señor, comenzó a proclamar en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios. Es decir, Pablo pasó de ser un perseguidor a ser un seguidor de Jesús. ¡Es admirable lo que ocurrió a Pablo! ¡Es admirable su conversión!

Una de las cosas más interesantes de La Biblia es su riqueza testimonial, por eso incluyo la siguiente cita. Sobre su propia conversión, Pablo escribió:

Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio, a pesar de que yo antes decía cosas ofensivas contra él, lo perseguía y lo insultaba. Pero Dios tuvo misericordia de mí, porque yo todavía no era creyente y no sabía lo que hacía. Y nuestro Señor derramó abundantemente su gracia sobre mí, y me dio la fe y el amor que podemos tener gracias a Cristo Jesús.
Esto es muy cierto, y todos deben creerlo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Dios tuvo misericordia de mí, para que Jesucristo mostrara en mí toda su paciencia. Así yo vine a ser ejemplo de los que habían de creer en él para obtener la vida eterna. ¡Honor y gloria para siempre al Rey eterno, al inmortal, invisible y único Dios! Amén. (1 Timoteo 1: 12-17)
Ese hombre, ese ser humano: Pablo, fue uno de los apóstoles más activos en la edificación de la iglesia católica primitiva, cosa que ocurrió durante el primer siglo después de Cristo. Después de Cristo, fíjense bien: Hasta en la forma de medir el tiempo hay un antes y un después…

Pablo emprendió viajes misioneros a comunidades no judías: Grecia, África, España, Italia; pues su misión era dar a conocer la buena nueva de Jesús a todas esas personas que no la conocían y que por tanto tenían otras creencias. Ese fue el comienzo de la actividad evangelizadora de la Iglesia católica. De Pablo, están contenidas en La Biblia una serie de cartas dirigidas a las iglesias o comunidades primitivas y algunas dirigidas a algún miembro de la comunidad en particular, las cuales fueron escritas durante la segunda mitad del primer siglo después de Cristo, ¡imagínense el valor que tienen esos escritos!

Volviendo al valor del testimonio: En una de esas cartas contenidas en La Biblia, Pablo dice lo siguiente sobre su propia misión como apóstol:

Pablo, apóstol no enviado ni nombrado por los hombres, sino por Jesucristo mismo y por Dios Padre que resucitó a Jesús, saluda, junto con todos los hermanos, a las iglesias de Galacia. (Gálatas 1: 1-2)
Como ya se habrán dado cuenta, es de esas cartas del apóstol Pablo de donde he estado tomando citas para incluirlas en este texto y que, por su riqueza testimonial e instructiva, recomiendo leer completamente.

Voy a incluir aquí algunas citas adicionales, exhortaciones, que son parte de mis descubrimientos bíblicos y que voy a dejar aquí para ustedes, como si fueran regalos navideños, pues a mí me parecen obsequios valiosos:


No hay duda de que la verdad revelada de nuestra religión es algo muy grande:
Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido en la gloria. (1 Timoteo 3: 16)

Tengan cuidado: no se dejen llevar por quienes los quieren engañar con teorías y argumentos falsos, pues ellos no se apoyan en Cristo, sino en las tradiciones de los hombres y en los poderes que dominan este mundo.
Porque toda la plenitud de Dios se encuentra visiblemente en Cristo, y en él Dios los hace experimentar todo su poder, pues Cristo es cabeza de todos los seres espirituales que tienen poder y autoridad. (Colosenses 2: 8-10)

Porque no hay más que un Dios, y un solo hombre que sea el mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús. (1 Timoteo 2:5)

No dejen que los condenen esos que se hacer pasar por muy humildes y que dan culto a los ángeles, que pretenden tener visiones y que se hinchan de orgullo a causa de sus pensamientos humanos. Ellos no están unidos a la cabeza, la cual hace crecer todo el cuerpo al alimentarlo y unir cada una de sus partes conforme al plan de Dios. (Colosenses 2:18-19)


Jesús nació en Belén, en un pesebre, hace más de dos mil años; murió en la cruz; resucitó, ascendió y está vivo, pero ya no usa sandalias: Recordémoslo y busquémoslo en esta Navidad para que, así como hizo con Pablo, desde su vida eterna toque la nuestra y nos transforme a la luz de la verdad.

¡Qué bueno que han leído hasta aquí!: Que Dios los bendiga, que tengan una ¡feliz Navidad con Jesús!, ¡y con Pablo!




Escrito por: Ambar Gómez.

El libro: La Biblia Palabra de Dios (2010). Ediciones Paulinas.

La foto: Ribbon-3-1308497-1919x1972, de Alessandro Paiva en Freeimages.com

martes, 1 de septiembre de 2015

Es bueno leer, ¡pero no cualquier cosa!


«Allí donde esté tu tesoro, 
estará también tu corazón.»
Evangelio según San Mateo 6: 21 La Biblia, Traducción argentina.



«Cuando yo abro un libro, 
lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, 
o entrar en el cine, 
o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo. 
Es decir, es una sensación de esperanza, 
de felicidad anticipada, 
de que todo va a ser bello, 
de que todo va a ser hermoso.»

Ardito, E. y Molina, V. [VirnayErnestoCine]. (2014, Noviembre 21). JULIO CORTÁZAR - Documental - Capítulo 4 - Serie "Memoria Iluminada" [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=opy35I6rvtM&index=4&list=PLuGAGpZAknuUcz4qK_2q48eqDXeAJUnQn



Este artículo nace, sin duda alguna, de la reflexión, de algunas discusiones, de haber leído libros que no volvería a leer, de haber leído libros que volvería a leer. También, nace de ver mucha promoción de la lectura a través de las redes sociales, una potente promoción, que por un lado me encanta pero que por otro me preocupa… Y lo que me preocupa es sentir que se da por sentado que el hecho de leer es, en sí, bueno. Justo cuando siento eso, me dan unas profundas ganas de meterle un asterisco, una coletilla, alguna nota al pie que diga: Es bueno leer, ¡pero no cualquier cosa!


Es bueno despertar millones de lectores, ¡es maravilloso!, pero lo mejor es despertar millones de lectores conscientes y selectivos¿Y qué es un lector consciente y selectivo? Es un lector que no invierte su tiempo leyendo cualquier cosa, que no se nutre de cualquier cosa. ¿Y qué es cualquier cosa?


¡Ah!, esa es una muy buena pregunta. Si uno se figura el para qué o el por qué lee la gente, enseguida saltan muchas justificaciones: Para disfrutar, para conocer, «porque me gusta meterme en mundos fantásticos», «porque me gusta el misterio», «porque me gusta conocer historias antiguas». Etcétera, aquí caben muchas razones, muchísimas, sin embargo, a mí me parece sumamente misterioso el hecho de que alguien encuentre agradable tomar un libro y leerlo, así, por puro gusto. Eso me resulta un poco oscuro, ¿qué es lo que pasa dentro de la persona que lee?... Algo debe pasar… porque si no…

En medio de todo ese misterio, que a mí me parece que existe en torno al mundo de la lectura y la escriturahe tratado de conceptualizar, a partir de mi análisis y mi experiencia, ciertos aspectos que voy a ir exponiendo aquí. Cabe destacar que a lo largo de este texto, en todo momento me refiero a libros, lectores y escritores de literatura, exclusivamente. En el mismo orden de ideas, con la palabra libro, me refiero a un texto bien logrado, no necesariamente extenso, que de pronto no tiene lomo, ni portada, ni contraportada. Ahora sí: Empecemos.


¿Qué es un libro?

Un libro es un misterio vivo, que duerme, hasta que alguien lo comienza a leer, y ahí mismo todo un mundo despierta y empieza a girar en torno al lector, el eje, por supuesto. Un libro es una historia que comienza a respirar, a recrearse, en la persona que lee. De modo que un libro, afecta: Los pensamientos, las emociones y las sensaciones del lector; una terna poderosa, si nos fijamos bien. Aquí ya esto empieza a agarrar cierta consistencia, y podemos concluir que un libro es un instrumento de afectación personal realmente poderoso.


¿Qué es un escritor?

Un escritor es una persona que crea toda una secuencia de hechos, circunstancias y personajes, otorgándoles vida propia, y que logra plasmar todo ese imaginario y/o recortes y/o transfiguraciones de realidad, en palabras escritas. De allí que la efectividad del escritor radique en su capacidad de traducir en palabras los esquemas de pensamiento, las emociones y las sensaciones que dan vida a su obra. 

Visto así, un escritor es un creativo, que es a la vez intérprete y traductor. La principal herramienta del escritor es el lenguaje escrito, su esencia es la creatividad y su reto es traducir lo inefable en palabras (¡!).


¿Por qué a alguien le gusta leer?

¡Ah! No está fácil, pero voy a tratar de responder. No se preocupen si parecemos errantes a través de las líneas que siguen a continuación, les prometo que poco a poco se va a ir formando una especie de respuesta.

Hay libros de suspenso, hay libros de terror, hay libros eróticos, hay libros románticos, hay libros fantásticos, hay libros históricos, hay libros... En fin, la oferta de libros es sumamente amplia.

Pienso que hay muchas maneras de clasificar esa oferta. Una manera, bastante común, es a partir de su temática principal, porque un libro siempre es una mixtura, pero es el tema principal lo que atrae de entrada al lector, aunque ese tema resulte ser algo epidérmico. Un poco más adentro, bajo su piel, el lector busca (porque todo el que lee busca) lo que el tema le produce a él internamente. Internamente, en este caso, quiere decir: Lo que el tema le produce al lector en su pensamiento, en sus emociones y en sus sensaciones. De manera que, el lector busca la exaltación o la afectación de su ser a partir de lo que lee.

Leamos de nuevo la última oración, porque es importante: El lector busca la exaltación o la afectación de su ser a partir de lo que lee. Pausa libre.

Por lo anterior, resulta de suprema relevancia, al menos desde mi punto de vista, que todo lector sea un lector consciente, en primer lugar, y selectivo, en segundo lugar.

¿Por qué esa secuencia de relevancia? Muy sencillo, para que sea la consciencia la que guíe la elección, y no al revés, como suele suceder. Voy a extenderme más en este punto.

Todos los lectores somos inconscientemente selectivos, todos tenemos gustos; que normalmente no pasan por el filtro de la consciencia, sino que, naturalmente, nos sentimos inclinados a leer libros de suspenso o historias románticas, y los leemos.

Detrás de estas inclinaciones naturales, está la búsqueda que el lector hace en pos de aquello que exalta o afecta su pensamiento, sus emociones y sus sensaciones, como lo dije anteriormente.

Así, por ejemplo y desde mi punto de vista, un lector que se inclina por libros de suspenso o thrillers, es un lector que ama la adrenalina que corre por las páginas de libros como los de John Katzenbach, por decir algo. Los libros de ese autor, son libros que tienen una carga de acción, de eventos inesperados, de enigmas, de vericuetos tales que su afectación en el lector es semejante a la de un paseo en montaña rusa: Pura tensión, con trayectos de subidas y bajadas de adrenalina, de euforia, de sigilo, de expectativa, de miedo, de liberación, de triunfo, de poder... Los libros de suspenso inciden principalmente en las emociones y sensaciones del lector, y muy poco en los esquemas de pensamiento.

Me gusta esto de revisar un poco qué es lo que hay detrás de lo aparente, de lo epidérmico. Espero que a ustedes también les agrade, y más que eso: Espero que lo encuentren útil.

Continuemos. Dirijámonos ahora hacia la dermis, y más por debajo, de un lector que disfruta leyendo novelas históricas, crónicas y demás colindantes. Este es un lector que busca afectar sus ideas, sus formas de pensamiento, es un lector que busca entender realidades, tal vez encuentra placentero un cambio de época, una visión distinta de la realidad del mundo que lo rodea o tal vez busca entender mejor su propia realidad, sus circunstancias, el papel que juega como individuo. 

Independientemente de que tan lejos en el tiempo sea el viaje que haga este lector a través del texto que decide leer, su lectura es, indiscutiblemente, un viaje: Al pasado remoto, al pasado inmediato o incluso un sobrevolar las circunstancias actuales; siempre con la expectativa de conocer más, de conocer mejor, de entender, de tener una perspectiva más amplia o más clara de hechos que son parte de la historia. No es que en estos libros el lector sienta que sus emociones y sus sensaciones no se exaltan, eso sería imposible, sino que esa afectación nunca se acercará a la que produce un libro de suspenso, por ejemplo. La afectación principal de estos libros que lee un lector de novelas históricas, crónicas y similares, ocurre en el esquema de pensamiento.

Muy bien. Hagamos una breve pausa y recapitulemos qué hacemos aquí, debajo de esta dermis de alguien cuyo gusto principal son los libros históricos, las crónicas y cosas por el estilo:

Yo decía, más arriba, que «resulta de suprema relevancia, al menos desde mi punto de vista, que todo lector sea un lector consciente, en primer lugar, y selectivo, en segundo lugar.»

Con los gustos del lector, me refería a lo selectivo. Este lector de libros históricos es un lector selectivo. Lo es naturalmente, así como respirar es natural. Ahora, ¿este lector, debajo de cuya dermis estamos, será consciente del por qué se siente inclinado hacia los libros históricos, las crónicas y esas temáticas?

Muy probablemente no. Muy pocas veces nos detenemos a cuestionar las inclinaciones naturales. Pero, a nivel de lectura y dada la variedad de la oferta, pienso que es necesario. ¿Por qué? Es simple: Porque puedes estar permitiendo que lo que lees afecte tus pensamientos, tus emociones y tus sensaciones, de maneras poco beneficiosas o, incluso, poco saludables. Resulta que el mundo no se puede tomar así, sin más, sino que hay que filtrarlo, como se filtra y separa el agua de impurezas… A no ser que uno quiera tomarse las impurezas… y luego…

Hagamos otra pausa aquí, para sentir todo el peso que tenemos encima, toda la responsabilidad que recae en nosotros, como lectores, al leer lo que decidimos leer. ¿Somos bien responsables, no? A veces, incluso, somos responsables de lo que leen esos lectores jóvenes, arcillas blandas, a quienes custodiamos…

Esa libertad de elegir supone una responsabilidad, y esa responsabilidad nos otorga, también, un poder. Entonces, sintamos todo el poder que tenemos dentro de nosotros, a la hora de decidir qué leer y qué no leer. ¡Lectores, somos sumamente poderosos!

Ahora sí, responsables y empoderados, continuemos, preguntémonos: ¿Entonces, qué es lo que hay que leer?

Pues, la respuesta ya la debes saber: Es bueno leer, ¡pero no cualquier cosa!, sino los libros buenos.

Y… ¿Qué es un libro bueno? ¡Tremenda pregunta!, sobre todo si consideramos que cada cabeza es un mundo, y que cada persona responde desde su punto de vista. ¡Cuántos millones de respuestas para esta pregunta!, pero apuesto a que en todas ellas hay consenso en que: Los libros buenos son los libros que te afectan de manera constructiva, son los libros que aclaran, que elevan sin adicciones, que te dan nuevas o mejores perspectivas, que propenden al bien. Los libros buenos son aquellos de donde se sale sintiéndose una persona diferente, renovada, una persona que es mucho mejor de lo que era la persona que entró por primera vez en esas páginas.

Ahora y después de todo, ¿cuál diría yo que es un libro bueno? Sé de varios, pero en este momento diría que Los miserables. Una novela escrita por Víctor Hugo y publicada por allá en el año 1862. Si desean mayor información respecto a este libro, los invito a visitar este enlace, me parece que está muy completo: http://bit.ly/1LwkfPH 

Esa última invitación es una buena práctica, ¿no?, leer reseñas, comentarios, opiniones, antes de leer un libro. Hay que filtrar el mundo, tomar sólo lo bueno. Es bueno leer, sí, ¡pero no cualquier cosa!

Aquí dejo algunas frases de Los miserables, porque creo que sus palabras, desde ya, pueden exaltar de buena manera sus ternas poderosas:
1. «Las criaturas más feroces se sienten desarma­das cuando se acaricia a sus cachorros.»
2.  «Pero el que allí estaba no era de los que el ojo humano puede ver.»
3.   «Le parecía que sentía abrirse las alas que tenemos todos dentro de nosotros.»
4.   «Las horas de éxtasis son siempre un minuto.»
5.   «El miedo es mudo.»
6.  «No ver a las personas es cosa que permite suponer en ellas todas las perfecciones.»
7.   «[…] se veían y, como los as­tros en el cielo que están separados por millones de leguas, vivían de mirarse.»
8.  «Hay mo­mentos en que cualquiera que sea la actitud del cuerpo, el alma está de rodillas.»
9.  «[…] lo malo de los calabozos es que dejan soñar a seres que deberían estar trabajando.»
10.  «El llanto es una de las formas de la suprema dicha.»

Y, ya para terminar, ¿cuál diría yo que es un libro malo? Sé de varios, pero ya llevo cinco cuartillas y ustedes están leyendo esto en una pantalla electrónica, con tanta luz que parece la del cine… Mejor esta respuesta la dejamos para un próximo ensayo, ¿verdad?

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Escrito por: Ambar Gómez

La foto: White-book-1-1240688, de Andrzej Pobiedziński en Freeimages.com